domingo, 12 de febrero de 2017

Revenge Body está... BIEN

Con la novedad de que me he encontrado una pequeña joya en el canal E! Entertainment, que resultó ser el nuevo programa de la hermanita Kardashian, Khloe: Revenge Body. 

El título viene de la filosofía de Khloe: que tras años de ser calificada como la gordita, la chistosita de la familia, la diferente, en comparación con sus hermanas Kourtney y Kim (¿por qué sé todo eso?), decidió que era suficiente para ella. Por lo que no hubo mejor prueba para sus detractores que un cuerpo de revancha. Esto es, dar cachetada con guante blanco. 

La filosofía de Khloe es que convirtió todo lo que le decía, que podía herirle o hundirla, en una motivación para ser quien ella quería. Pero su revancha no fue destructiva, como podríamos pensar quienes estamos molestos: ella se concentró en comer bien, ejercitarse con los mejores entrenadores y tener a los mejores asesores de imagen. Ella quería brillar con su propia luz. 

Y si, tiene sus cirugías estéticas la Kardashian, a veces se parece un poco a su hermana Kim, otras a su mamá Kriss Jenner, otras más parece su hermana Kourtney o Beyonce... Su elección de ropa, como toda su familia, no es la más adecuada. Además de que se nota que el programa es de ella y ella es la que debe ser guapa, esbelta, sensual, luchadora y admirada por otros, que no lo son tanto. 

Pero... su programa, con todo el divertimento, el morbo que acompaña su vida y estas producciones, el programa es muy bueno: es entretenido, divulgativo (a ratos), es inspirador y es un ejemplo de una buena premisa con una buena ejecución. 

Porque Revenge Body tiene puntos a su favor, examinemos unos cuantos: 

1. Los participantes: por sus historias los conocerás. Están muy bien elegidos, además de que sus historias tienen verdad y sus esfuerzos son reales. Esto es, si quieren un cambio y si se enfrentan a todas las dudas y problemas que las personas comunes se puedan enfrentar. 

2. La transformación. Khloe podrá ser lo que queramos, pero es una mujer que busco una solución a su problema y su forma de hablar con los participantes, de presentarse y de reaccionar es de lo más genuina. A veces parece que no tuviera idea, pero creo que es la que más agrada de esa familia y grupo. 

3. La motivación de la acción. Si, es un programa divulgativo y presenta un problema filosófico (vaya): la motivación para hacer tal o cuál cosa. 

Khloe les pregunta: ¿a quién se dirige tu venganza? Y no es una venganza como tal, es un grito (por momentos desesperado), por luchar contra un destino que los participantes no quieren, es una forma de cambiar sus vidas y ser mejores con ellos mismos. También es una forma de rescatar su autoestima, de ya no tener miedo y de hablar con las personas que los han lastimado. Ellos quieren que esos cambios del exterior, coincidan con los cambios del interior. 

Y cuando los conocemos, sabemos quiénes harán las cosas por ellos, quiénes por el qué dirán o quiénes por una herida que no ha sanado. Ciertamente, entrevistarse con Khloe es una especie de exorcismo para unos y una forma de conseguir fama para otros. Ella puede hacer que se abran y ayudarlos. Eso es lo que lo hace funcionar. 

El programa también nos muestra que los mejores cambios tiene un motor principal: la verdad. 

Larga vida a Revenge Body, que tiene una buena premisa. No como la porquería del programa de Caitlyn Jenner, el cual duró menos que su fama. 

sábado, 4 de febrero de 2017

Sing Street o la belleza de la introspección

Sing Street es una película de John Carney (Begin Again, Once), que narra la travesía de Cosmo, un adolescente que, tras conocer a una bella chica llamada Raphina, decide de la nada hacer una banda inspirada en la música ochentera. 

A lo largo de la película, Cosmo tiene que lidiar con la escuela, sus bullies, la bancarrota y el cambio que conlleva y la separación de su familia, en la cual hay dolor, sueños rotos y falta de comunicación. 

Cosmo se caracteriza por ser un soñador, cualidad que a veces lo infantiliza, pero que lo hace tomar fuerza para buscar su destino. Y es que es el cumplir su destino, el no querer quedarse en un lugar en donde sólo hay sufrimiento, represión y conflicto. 

Suele suceder que, aunque podría considerarse una feel good movie (una película para hacer sentir bien al espectador), la película es increíblemente profunda: porque a través de los ojos de este chico y su familia, una familia como cualquier otra, observamos cuántas desavenencias y alegrías compartimos. Además de que, como si fuera la música que nos ha marcado, la familia es parte de nosotros. 

La belleza de la introspección 

El do de pecho y la mejor escena de la cinta, la tiene el hermano de Cosmo: porque él ha sido quien más lo escucha, quien lo ha influido y que sabe lo que representa su familia para todos. Pero es quien más ha sufrido porque le han cortado las alas y su futuro es incierto. Cosmo no lo ve, porque es como una especie de mentor, pero a medida que sufre y lo escucha, es como si su hermano cobrara otra dimensión, existiera, empezara a ser. 

Lo que comienza como una aventura, una ensoñación de Cosmo, muestra una cara de la adolescencia relacionada con el dolor y con el impulso creativo. Para Cosmo, como para cualquier adolescente, la música es todo: un escape, una forma de sobreponerse al dolor, de enfrentar la fluctuación de ánimo y comprender la mecánica de los afectos. 

Es como si en nuestra mente hubiera impresiones, pero en la parte de un soundtrack que tenemos que escoger nosotros: así, tenemos una canción para llorar, otra para alegrarnos, otra cuando las cosas no avanzan, una para cuando hagamos el amor y otra más para cuando desistamos de intentar y otra para avanzar. 

De igual forma, reaccionamos diferente acorde a cómo nos han educado nuestros padres y lo que nos pasa: ellos creen que nos protegen, pero nos ocultan cosas. Con ellos tenemos nuestras costumbres y de ellos sacamos nuestros primeros gustos musicales... pese a tener alma de rockeros, metaleros, góticos o poperos. 

Sing Street no es solamente un homenaje a la música, es una carta a la familia. Cómo es cuando no hay comunicación, cuando queremos salvarla para salvarnos a nosotros. Cómo es que otros de sus miembros sufren, anhelan y quieren algo mejor, pero no nos lo han dicho. Cómo es que no vemos sus necesidades, hasta que son el elefante en la habitación. 

Cuando la veía, no pude dejar de pensar por qué dejé de tocar guitarra y de pensar en la música. Tal vez porque si me importaba lo que otros pensaran de mi. Ahora ya no vivo para mi, ni para escribir a ese primer amor imposible, o para soñar con canciones de tierras lejanas y mensajes crípticos, o una influencia de una canción de amor que anhela y pide a gritos que mi amor me note. Lo dejé de hacer, simplemente se fue. 

Cuando conocí a Titán, al final Emilio Acevedo me dijo que si escribiría de rock, pero le dije que tenía que hacer mi tesis. Tenía que tomar esa oportunidad para hacer lo demás después. Pero, pensé: ¿Y si no vuelvo? Esos eran mis orígenes. 

Gracias a Corazón de Titán, me sentí como una persona diferente. Gracias a los Stones, a los Beatles y a David Bowie, yo quería hacer mi grupo de rock, gracias a mi mamá los conocía y gracias a su influencia quería ser rockera. 

Ahora me pregunto ¿a dónde fue todo eso? ¿qué me pasó? 

Tal es el dilema o la obligación de volver al origen y de entender quién es uno. Eso depende de conocer quién es, quien lo ha influenciado, qué mensajes escucha y cuáles quiere dar. Eso, señores, es lo que Sing Street pugna y quiere que entiendas. 

Sin más, yo sólo puedo decir que esta es su vida y pueden ir a donde quieran, tienen que apoderarse de su rueda y manejarla como si la hubieran robado. 






Pero... si no es Trump.

El único enemigo de un mexicano es otro mexicano. La razón por la que estamos como estamos es, como dirían los filósofos mexicanos, por tanto hijo de la chingada. 

Basta con salir y subirse al metro o pedir trabajo o pedir un favor a un cercano: el mexicano contradictorio, desconfiado, vale madres, sin rastro de empatía, aprovechado y lleno de resentimiento. Un resentimiento social cargado a cuestas de años, de cosas que no hemos podido superar. 

Y no es la idea de Supérenlo ya, chavos; es algo mucho más podrido, es alimentar el odio por el odio, la desconfianza y la increíble pasividad a la que estamos sujetos. 

Como buenos mexicanitos enanos, cortos de miras, esperamos a que nos valide el gringo: es el bully que nos molesta y de repente nos damos cuenta de que hay acoso. De que hay que hacer algo. Y mientras, no arreglamos los conflictos internos: nos rasgamos las vestiduras, paramos todo: Trump nos está molestando. 

Y mientras, seguimos con nuestra actitud de conquistados, de ignorantes; seguimos prefiriendo la basura, seguimos ocultando la información o emitiendo opiniones que nadie nos pide, seguimos juzgando a otro mexicano. 

Pero nuestra labor, nuestro nacionalismo, está hecha, nos regodea. Evadimos los problemas porque nuestro sistema está enfermo, porque algo está podrido en nosotros, entonces nos envalentonamos y nos ponemos a atacar al extranjero, ese es el otro. Pero el otro que está en el mexicano que tenemos al lado no es, no existe. 

Si, hay que unirnos como nación, pero nunca será desde la perspectiva del gringo o del europeo, es desde nuestra perspectiva. Desde nuestras representaciones y supuestos; desde lo que queremos proyectar. Pero, como siempre, nos vamos por la respuesta fácil. No queremos pensar. 

Siempre es el otro, pero como ente abstracto, no es un mexicano real, con el que estamos resentidos, al que ponemos trabas, al que llamamos paisano o indio, al que criticamos cuando porque sale del molde, al que si triunfa o hace algo diferente, no lo consideramos mexicano. 

Y creemos que es necesario irse y es cierto: porque aquí pocos nos reconocerán, pocos serán los que vean y dejen de desconfiar, de agredirnos, de aprovecharse de nosotros y de estar chingando. Creemos que cuando uno supere el dolor de no ser, estará un poco más cerca de la realización, sin embargo, estamos llenos de esos mexicanos, de aquellos que tienen ese dolor, de aquellos que no pidieron nacer y son, como varios, hijos de la chingada.