sábado, 18 de julio de 2015

El privilegio de ser raro

No es una especie de mierda autocomplaciente... pero nunca he pensado que soy rara. No, la verdad es que no... he intentado ser rara, destacar de alguna manera, entender la rareza, pero sólo la disfruto: porque no soy rara. 

Y no me malentiendan: yo admiro la rareza, intento comprenderla... pero es como una perla preciosa, es difícil de encontrar. Es difícil ser raro, lo más común es ser normal. Lo normal es ser normal. 

Creo honestamente que la rareza es un privilegio de pocos... no es ser incoherente, no es ser contradictorio, no es pensar diferente ni creer cosas supuestamente excéntricas. La rareza es de lo más difícil de alcanzar. 

Se puede comparar con la locura y no se compara con el insulto cuando no quieres aceptar al otro: ser raro es tener ideas que son contraintuitivas, que no tienen sentido y son ejecutadas de forma diferente. Es compartir dos, tres, infinidades de mundos. Y pensar con ideas perfeccionadas cada vez. 

La rareza no tiene nada que ver con la soledad, con la familia; tiene que ver con el individualismo... con el hecho de entender varias cosas a la vez. No siempre tiene que ver con ser inteligente: hasta hay una especie de inteligencia que funciona, porque no es pensar dentro de un marco común. 

Ejemplos de rareza hay muchos: David Byrne, Kurt Goedel, David Lewis, James Joyce, Bob Dylan, Gustav Klimt, Egon Schiele. David Cronenberg, Todd Solondz... Disfrutamos la rareza por sus frutos, mas no por concepto ni porque sea complaciente con todos. Disfrutamos la rareza por la polémica, el asco, la diferencia, el reto que implica comprenderla. Por esas mismas razones también la odiamos, la quemamos, censuramos o caricaturizamos 

A la forma de Gombrich: no existe la rareza, sólo los raros: los raros son pocos y son los que hacen las revoluciones, los que cambian mentes y corazones, los que nos ponen el otro lado de lo que creemos, los que nos retan, nos hacen odiar y amar lo que hacemos... Raros son los que cambian el mundo. 

Y... cuando a mí me lo han dicho como una especie de insulto, me asalta la incertidumbre, me rasco la cabeza, se descomponen mis razonamientos. Porque es muy difícil hacer algo, yo no he hecho nada (más que molestarlos, claro). Yo no alcanzo tan privilegio. 

Creo que este monólogo interno me ha hecho descubrir que no se, con ninguna seguridad, qué es la rareza...

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