viernes, 6 de febrero de 2015

Whiplash o el rigor como pedagogía


Quien enseña jugando, juega a enseñar.
Panfleto Antipedagógico.
A Javier García Salcedo. 

I. 

¿Les ha dolido algo en su vida, algo muy íntimo; algo que ni los padres, amigos, diversiones puedan alejar de su mente? ¿Se han sentido excluídos, fuera de lugar porque no son aceptados en sus ambientes de trabajo? ¿Piensan que la única manera de reconciliarse con ustedes, de sanar esa herida, es el éxito de forma sacrificial? Si contestan que no, honestamente no tienen que ver Whiplash, película de Damien Chazelle. 

Y si creen en las pedagogías y reformas que pugnan por la libertad desmedida, el juego; que califican las metodologías como obsoletas... Pues entonces calificarán al protagonista de estúpido, de loco. Pero no reconocerán algo muy importante: su grandeza. 

II. 

Al escribir estas líneas, recuerdo que me cruzé con García Salcedo. Mide 1.90, 1.85... No lo sé: soy tan chaparrita que cualesquiera 10 centímetros se me hacen un mundo de diferencia, cualquiera que mida 1.70 se me hace un edificio. 

Cuando estudiaba lógica, quería con todas mis fuerzas escribir una tesis cuyo contenido tuviera derivaciones: quería demostraciones, argumentos, formalizaciones. Quería que mi tesis fuera una continuación del trabajo de los mejores: como García, Morado, Rayo, Vladivia... Lo quería en verdad. 

O tal vez no. Cuando García me hablaba yo no lo miraba a los ojos, no le traía las tareas... o le traía una porquería de tareas. Llegaba tarde o no quería llegar... le tenía miedo. Le tengo miedo. Cuando hablaba conmigo sentía sus ojos en mi cabeza, me dolía, me dolía de tanto pensar en las derivaciones, en el fracaso, en tantos datos a memorizar... Una vez, antes de llegar a su clase, casi me caigo de rodillas en el empedrado de la facultad. 

Aún sigo pensando que si fuera como el maestro de Whiplash, quizá me diría: Mírame a los ojos, enana perezosa, llorona. Y tal vez, me derrumbaría en llanto. Tal vez lo dejaría atrás como a muchos otros maestros. 

Dejé esa empresa por la paz... pero ahora lo veo diferente. 

III. 

Hay un dicotomía entre libertad y responsabilidad: a medida que hay más libertad, tendemos a creer que somos menos responsables de algo. Y no es así: cuando hay más libertad es cuando más tenemos que hacernos cargo de nosotros mismos. Pero, paradójicamente, no se tiene libertad total, dadas esas responsabilidades. 

Pensaba en lo difícil que es hacer un guión cinematográfico: las secuencias, que cada imagen cuadre con lo que quieres decir, el lenguaje de planos, la fotografía. No tengo ni idea de eso... no se cómo resulte si lo hiciera, pero me alegro de que sean los mejores los que lo hacen. Me alegro de que haya cineastas que pueden hacerte pensar y que tienen al mejor equipo. 

IV. 

Hoy día, el vínculo de estudiante - maestro es un contexto difuso, en especial en dilemas éticos y en la eficiencia de la educación: se reparten culpas sobre si el maestro exige a lo imbécil o si el estudiante es un tarado que no puede soportarlo. O bien, el alumno pasó a ser intocable, a dejar de equivocarse, para que el villano maestro fuera tachado de fascista, abusivo y estúpido: ¿cómo valorar al genio del alumno? 

En la educación se han invertido los papeles: el alumno tiene que descubrir, tiene que construir su conocimiento, y entender miles de cosas, pero muy vagamente, en su propio método, partiendo de un discurso cientificista... Ya que las ciencias dan rigor. Las humanidades son para soñadores, para vagos y para gente que tiene mucho dinero. 

V. 

Sir Ken Robinson es conocido como educador, en especial por la postura de que en un mundo tecnificado, es necesario enseñar humanidades con el mismo rigor con el que se enseñan las ciencias, las matemáticas, la técnica. Sigo sin entender la creencia de la supuesta facilidad de la educación: si las humanidades son mas fáciles, o bien si son más difíciles tienen más mérito... Lo dudo mucho, porque cada pieza, para que funcione, tiene que ser trabajada por los mejores. De lo contrario ¿cómo es que podemos conocer la perfección técnica? 

VI. 

Andrew es un estudiante del conservatorio de Shaffer, la escuela más prestigiosa de Nueva York. El estudiante es retraído, no mira a los ojos, es inseguro y continuamente es ignorado y disminuido por sus compañeros de escuela y sus familiares cercanos. No es hábil socialmente, no sabe otra cosa... más que apasionarse por la música, por ejecutar mejor su batería, a costa de su salud física y mental, situación que se agrava al ser pupilo del maestro Terrence Fletcher.

La película aborda bromas sobre la genealogía de la música: si no eres bueno en conservatorio, entonces puedes ser un rockstar, bromas antisemitas y humor negro sobre la enseñanza: Fletcher humillar, ofende la sexualidad de sus estudiantes, los rebaja a estereotipos y los reta, hasta las lágrimas: con lo que más les duele, con la entraña; hasta que se odien a sí mismos, literal. Es la antítesis de Al maestro con cariño. 

Si el alumno triunfa, es suerte o es un día bueno... pero no es por él mismo, no es porque se esfuerce. No es bueno, ni lo será, si se confía cavará su tumba. Vamos al debate, entonces, de la educación: 

El rigor como pedagogía.

VII. 

Aunque Fletcher es casi un psicópata... tiene estos puntos: 

- Las personas que hacen un buen trabajo, se confían, creen que así será la siguiente vez. No todas, pero es lamentable observar a gente con talento en su zona de confort. O que no sale de lo mismo que dijo bien hace unos años. 

- Un verdadero artista, no se desalienta. Es cierto que la creación viene del dolor: el dolor insoportable de sabernos solos, excluídos, hechos a un lado; el dolor de la violencia y el abandono, de no ser suficientes y creer, sólo creer, que la mediocridad es una especie de consuelo. 

Con Whiplash no hay puntos medios, no hay rescate por esos maestros buenos: o eres bueno hasta que enloquezcas, o no lo eres. Jamás estuviste listo para ello. Y lo que dicen tus enemigos es verdad: todos los insultos, humillaciones, errores cometidos: todo eso te lo mereces como destino. 

Porque, aunque se insistan en las segundas oportunidades, en la libertad, en la felicidad y realización del individuo, la vida es cruel y la existencia es terriblemente dolorosa. No hay segundas oportunidades, ni redención. El examen es indicado por el nivel de sufrimiento: ese golpe que te duele en el orgullo y esa frase que te dice: No lo vuelvas a hacer. Y son exámenes únicos. 

Son los exámenes que hacen que seas responsable: el no llegar a tiempo, el no estudiar cuando era el tiempo libre, todas las malas decisiones erradas, todo lo que tú crees, todo el rigor: es la vida. 

Y de ese examen salen personas con heridas, con golpes a su autorespeto, pero que son capaces de tomar las riendas de su vida. Se saben solos: sin padres, sin compañeros sentimentales, sin amigos, sin algún otro talento que el respaldado por su trabajo. Tarde o temprano nos encontramos solos, nos damos cuenta y nos duele. Es similar a la ejecución de un músico: porque tiene que poner atención, tiene que hacerlo a tiempo: si no, la armonía se rompe. 

Eso es lo principal: entender esa armonía y ese ritmo: el que dicta el ritmo es el corazón, el corazón es un motor de la vida. En inglés, aprender de memoria algo se dice: Learn by heart. Cuando queda grabado en la memoria (y por lo tanto, en el corazón), es una buena enseñanza. 

VII. 

Tal vez, ese sufrimiento me hizo entender qué era lo que pasaba conmigo: el caer en cuenta que no soy tan buena. Que tengo que esmerarme más, levantarme temprano, dejar de depender de mi mamá, empezar a aceptar lo que puedo o no hacer. Estoy de acuerdo que ni mil horas de trabajo podrán con esa holgazanería que me hecho de años. Pero es cierto que me ayudarán a saber, qué es lo que hago mal. Saber que nadie más puede ayudarme, sino yo misma. 

En retrospectiva... creo que si me dijeron esas cosas tan hirientes, me las merecía. Y vaya que las tomo en cuenta cuando hago algo, cuando fracaso y cuando intento: no esta vez. Cada que hago algo bien, se que no se callarán la boca, pero se también que no hay que dar motivos para abrírselas.

Podría culpar de muchas cosas en mi vida, de muchos fracasos, a las personas que he conocido, pero no: soy responsable de que ese dolor, me hará no hacerlo, me hará competente y que poco importa lo demás si quiero reconciliarme conmigo. Tengo que trabajar. 

Aunque haya personas que nos hagan menos, que crean en el suicidio que es estudiar humanidades, más la filosofía, aunque uno no sea capaz, le hayan dejado. Tiene el trabajo para responsabilizarse y para independizarse: quizá un día, tal vez, pueda dirigir el ritmo de su vida y de su corazón. 


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